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TELEVISION > DOLLHOUSE: ELIZA DUSHKU POR DELANTE Y JOSS WHEDON DETRAS
Muñeca brava
Por Rodrigo Fresán
Vamos a intentar jugar/escribir/leer de manera diferente por una vez. Vamos a jugar a ser Joss Whedon y abrir el paquete de esta página como si se tratase de una de esas cajas con muñeca adentro rodeada por múltiples accesorios. A ver...
La primera temporada de Dollhouse –la muñeca de la cuestión– no funcionó tan bien como se esperaba, pero los ejecutivos del canal ni soñaron con sacarla del aire y firmaron rápido para que siga un segundo año. ¿La razón para semejante bondad en tiempos implacables? Fácil y como comentó un directivo que prefirió no dar su nombre: “No quería despertarme a la mañana siguiente de anunciar la cancelación y descubrir que mi casilla de correo electrónico había sido invadida por cientos de miles de correos de fans amenazándome” (UNO). Y es que algo así sucedió cuando –años atrás– discontinuó la grabación y emisión de Firefly (DOS), la gloriosa space-opera creada por Joss Whedon (TRES). Ardió Troya y los fans –conocidos como browncoats– obligaron a la filmación de un largometraje –el admirable Serenity– que cerrara los cabos sueltos de la trama. Así es: los seguidores de Whedon son legión y –aunque yo no le rendí culto a Buffy y a Angel (CUATRO), sus fantasías juveniles y vampíricas tanto más graciosas que la tontería de Stephenie Meyer– está claro que el hombre sabe lo que hace y que, narrativamente, es mucho más sólido y menos tramposo que J. J. Abrams. En Dollhouse (CINCO) –donde se cruzan reflejos de Alias, The Manchurian Candidate, Blade Runner y Frankenstein– se nos ofrece una serie paranoico-conspirativa en la que jóvenes con pasados culposos se ofrecen como voluntarios para un programa en el que se les implantan personalidades y habilidades nuevas (una por episodio: asesina a sueldo, juguete sexual, abogada estrella, ladrona experta, lo que se necesite) y se los suelta en las calles para que hagan de las suyas mientras un agente del FBI se obsesiona con descubrir qué y quiénes están detrás de todo eso. Y el agente del FBI también se obsesiona con Echo/Caroline Farrell, la “muñeca” más rendidora del negocio, corporizada por Eliza Dushku (SEIS), la muñeca del asunto.
(UNO) LOS PRODUCTORES IMPRODUCTIVOS Y malas noticias: me entero de que la Fox, sí, encargó una segunda temporada, pero se arrepintió enseguida, así que sólo llegaron a filmarse unos pocos episodios que comenzaron a emitirse el mes pasado, se interrumpieron por un rato y se agotarán a principios del 2010.
(DOS) EN UNA GALAXIA CERCANA... Y Firefly (2002) y su secuela largometraje Serenity (2005) son todo lo que Star Wars y alrededores quisieron y nunca pudieron ser: una SPACE OPERA con mayúsculas, nave catraminosa y elenco en estado de gracia (con el gracioso sin perder perfil de héroe Nathan Fillion) viajando por el universo, aceptando trabajitos en plan taxi-flet cósmico y, de paso, develando una conjura cósmica de esas que ponen a chocar galaxias. Whedon ha seguido con el asunto en formato historieta y jura que tarde o temprano volverá a volar a la misma hora y en algún otro canal. Imperdible.
(TRES) EL CREADOR CREATIVO Para muchos, Joss Whedon (Nueva York, 1964) es la versión pobre y hasta perdedora de J. J. Abrams. Para otros es Dios (darse una vuelta por Whedonesque.com y comprobarlo). Para mí es el tipo que hace las cosas bien, que no es pretencioso y –atención– sus argumentos y guiones son comprensibles. Tercera generación de una familia de guionistas de TV, Whedon triunfó con Buffy (primero en pantalla grande y luego en pantalla chica) y su spin-off de nombre Angel y desde entonces ha venido fracasando triunfalmente. Su última frustración fue el no dirigir la próxima adaptación del comic La Mujer Maravilla. Seguramente la cosa dejó de interesarle cuando se enteró de que le impondrían a Beyonce para el protagónico. Es decir: lo suyo es éxito de crítica, premio Emmy y pasión cult pero los números no suelen cerrar del todo. No importa. Lo que dije antes: Whedon –uno de los varios guionistas de la primera Toy Story y responsable nunca acreditado de los diálogos de Speed– es siempre legible y divertido y los responsables de Lost ya anunciaron a la concurrencia que “no responderemos todas las preguntas. Es imposible. Sería como remontarse al origen del universo”. Así que ya saben...
(CUATRO) MOSTRAR LOS COLMILLOS Ya lo dije: no fui seguidor de Buffy y Angel pero tengo amigos muy inteligentes que juran por ellas y recitan diálogos de memoria como si se tratara de líneas de Casablanca. Miento: sí vi el célebre episodio de Buffy donde todos cantan (me pareció buenísimo) y de ahí que no dudara en comprar la versión en DVD de la que para muchos es la obra maestra: el musical-freak con villano y superhéroe Dr. Horrible’s Sing-Along Blog (2008). El mejor análisis a las coordenadas espirituales del género junto al Unbreakable de M. Night Shyamalan pero, aquí, en plan absurdo y con grandes canciones que todos cantamos mientras un villano pulp lucha por vencer a su némesis, el Capitán Hammer, y ganarse el corazón de Penny, la chica del lavadero automático. De paso y ya que estamos, tampoco estaría mal ser aceptado por la Malvada Liga del Mal. Dr. Horrible’s figuró en las listas de lo mejor del año de todos los diarios y revistas de renombre en USA. Y –entre los extras del DVD– escuchar y ver a Whedon cantando “Heart(Broken)”: algo así como los blues de alguien demasiadas veces desilusionado –y sacado del aire– por el medio que amará hasta morir. De verdad, en serio: obra maestra. Y Whedon, por supuesto, ya ha anunciado secuela.
(CINCO) EL HOMBRE QUE FILMABA A LAS MUJERES Y Whedon se ha definido más de una vez como feminista absoluto y Dollhouse es su obra maestra en este sentido. Por encima de Buffy y las chicas estelares de Firefly/Serenity, Dollhouse es el perfecto manifiesto del girl-power y su heroína (lo siento por la llorosa Sydney Bristow de Alias) probablemente la representante del girl-power más contundente desde los tiempos de Emma Peel. Además, la jefa de todo el tinglado de la serie (la fría Adelle De Witt) es una mujer fatal con acento británico mientras que los hombres –salvo contadas excepciones– aparecen como juguetitos fáciles de manejar. Y aquí vienen –salivando detrás de Echo/Caroline– el dedicado agente del FBI Paul Ballard, el nerd-programador de chicas y chicos Thoper Brink, el “cuidador” de Echo en cada una de sus misiones Boyd Langton, y el “muñeco” fugitivo y asesino serial Alpha.
(SEIS) MY UNFAIR LADY Eliza Dushku es, si me lo preguntan, la actriz norteamericana más argentina que jamás he visto. El equivalente action-baby de aquella otra argentina importada: Sussana Hoffs de The Bangles. En serio. Vean a Eliza cambiar de modelitos, piensen “ouch” cada vez que le da una paliza a un tipo que quiso pasarse de vivo, disfrútenla cuando es desenchufada de una personalidad para volver a su estado-limbo-pause entre una misión y otra y después me cuentan. Pero véanla rápido porque queda poco tiempo y, ay, jamás sabremos cómo sigue la historia, ya que Whedon –nunca perdido, jamás náufrago– ya tenía perfectamente diagramado el arco dramático de Dollhouse para cinco temporadas.
O tal vez sí. Ya saben, chicos: a mandar e-mails.
Día y noche, sin parar.
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